El cuidado de personas mayores en España

Hoy por hoy, en España el cuidado de personas mayores continúa recayendo en la familia, que sigue siendo la principal fuente de ayuda y apoyo para las personas ancianas.

Cuando hablamos de cuidados en el entorno familiar, hablamos normalmente de mujeres cuidadoras y no de cuidadores, puesto que son las mujeres quienes asumen, en la mayoría de los casos las tareas de cuidados. Los patrones culturales tradicionales asignan a la mujer el papel de proveedora principal de atención y cuidado a las personas mayores dependientes. Un estudio de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG) del 2016 de investigación sobre cuidadores de personas mayores dependientes concluye que el 88.5% de las personas que cuidan son mujeres frente a un 11.5% de hombres que realizan tareas de cuidado. El perfil de esta mujer cuidadora es de unos 50 años, en la mayoría de los casos hija de la persona que cuida, con estudios medios y que durante unos seis años aproximadamente va a proporcionar cuidados a su familiar por lo que necesariamente va a tener que reajustar su vida laboral.

Las consecuencias que para las personas cuidadoras tiene la prestación de ayuda en los cuidados se pone de manifiesto en muchos estudios. Muchos de estos estudios concluyen que la calidad de vida de las personas cuidadoras queda determinada por factores como las características del entorno y las expectativas puestas en la familia, la situación de dependencia (grado de dependencia y necesidades de atención) de la persona cuidada, y el apoyo formal que los cuidadores puedan tener (servicios de apoyo como centros de día, servicios de atención a domicilio…) o informal (red de familiares y amigos).

Las principales consecuencias negativas que el cuidado tiene sobre el cuidador son las relacionadas con la salud y concretamente con el estado emocional como el estrés psicológico, pérdida de control y autonomía, bajo estado de ánimo, ansiedad … El cuidado familiar también tiene consecuencias en la salud física de los cuidadores como el cansancio físico, deterioro de su salud en general y la falta de tiempo para el autocuidado.

En todo el proceso de cuidados en el entorno familiar los cuidadores deben movilizar recursos de forma constante para poder adaptarse a la situación cambiante del cuidado, sin embargo, muchas personas cuidadoras no cuentan con los apoyos socio sanitarios precisos para poder llevar a cabo las tareas de cuidado con eficacia. Si a esto sumamos que al rol de cuidadora se añade el rol de ama de casa, es más fácil entender como muchas de estas personas llegan al síndrome del cuidador quemado (síndrome del burnout) que se caracteriza por la presencia de síntomas de agotamiento emocional, despersonalización en el trato e inadecuación con la tarea que se realiza.

Aun así, en España la mayoría de las personas mayores y sus familias prefieren un modelo de envejecimiento en el entorno familiar, en su casa. Sin embargo, éstas también son conscientes que esto solo es posible en circunstancias determinadas y no todas las familias pueden proveer de cuidados a sus miembros mayores. La mayoría creen que este modelo no es sostenible pues muchas veces se alarga en el tiempo y se agrava, también con el tiempo, el estado de salud y el nivel de dependencia por lo que necesariamente deben optar por profesionalizar y externalizar los cuidados a través de cuidadores privados o de Centros Residenciales para la Tercera Edad, a pesar de que esta decisión moralmente, pero sobre todo económicamente, sea difícil de asumir. Aquí es donde el Programa Pensium puede ayudar tanto a las personas mayores como a sus familiares al facilitar los recursos económicos necesarios para el pago de los cuidados asistenciales que la persona mayor necesita.

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